Parques eólicos y comunidades wayuu
- noviembre 3, 2023
- Colombia
- Artículos de prensa
Escrita por: Arturo García, socio y director de proyectos; y César Arismendi, de Fundación Alpina.
El 9 de octubre pasado el parque eólico Jepírachi en la Alta Guajira dejó de operar. La opción de transferirlo a las comunidades wayuu, que se anunció con bombos y platillos, no se dio y por el contrario se está en el proceso de desmonte. Fue el primer parque eólico en Colombia. Una experiencia de 20 años que vale la pena valorar, particularmente por los planes de energía eólica que está contemplando el país.
La nación contempla como una política pública estratégica la transición energética. La Guajira está llamada a tener un rol protagónico, dado que allí soplan vientos con velocidades cercanas a 11 m/s que doblan el promedio global y se tiene la opción de producción de energía eólica en tierra y costa afuera. A ello se le suman las capacidades para producir energía solar (irradiación solar de 6 kw/m2/día mientras que el promedio global es 3,9); energía mareomotriz (aprovechamiento de las mareas), energía azul (energía que se obtiene por la diferencia en la concentración de la sal entre el agua de mar y el agua de río) e hidrógeno verde (relacionado con las reservas potenciales de energía eólica, solar y disponibilidad del agua).
Si el objetivo de desarrollo es la gente, los resultados financieros y ambientales de este proyecto eólico contrastan con los resultados sociales a nivel de las comunidades. Desde una perspectiva de desarrollo, deben resaltarse aportes positivos como vías, jagüeyes, plantas desalinizadoras de agua, gestión de capacidades de mujeres tejedoras, tendidos de redes eléctrica, un pequeño muelle para la pesca artesanal y recursos entregados a las comunidades por compensaciones; sin embargo, es crítico que estos resultados poco cambiaron las condiciones de vida de las comunidades donde se ubica el proyecto o sus alrededores; la incidencia de la pobreza multidimensional según el Censo Nacional Agropecuario de 2014 en el área rural dispersa de comunidades étnicas en Uribia era de 89,5%, cuando a nivel nacional en áreas dispersas era de 45,7 (la mitad). Los resultados positivos en lo energético no generan los impactos sociales que se esperaban ex ante. Por tanto, en términos de desarrollo es una inversión cuestionable.
¿Qué explica que los apoyos brindados a las comunidades no hayan conllevado mayores cambios? Los efectos negativos del proceso de consulta en buena medida están asociado a dos aspectos: los procesos de participación y los proyectos de vida. Los wayuu se organizan social y políticamente en grupos familiares, que no siempre se reconocen entre sí, incluso si cuentan con el mismo eirruko o casta. Solo el tío materno mayor o t’alaüla tiene la capacidad de convocar y persuadir al grupo sobre una iniciativa, nadie más los representa dentro del orden establecido desde los tiempos referenciales del pasado denominado wayuu sumaiwa.
Por ello, casi siempre los actores del gobierno y los consultores que actualmente recorren el territorio haciendo estudios y consultas previas para el montaje de diferentes plantas generadoras de energía eólica, señalan que los wayuu viven divididos y es imposible lograr la unificación de las comunidades de la etnia. Por otro lado, los wayuu esperan que las relaciones consideren plenamente la organización social y política ancestral, es decir, al apushii de origen materno que habita un territorio en el que se puede demostrar su prexistencia y la sobrevivencia. Por otro lado, los procesos de consulta no tienen en cuenta los proyectos de vida de las comunidades y el final se crea una dependencia respecto a las compensaciones, que atentan contra la cultura wayuu. Los apoyos que reciben no crean las condiciones para cambiar la vida en las rancherías, en particular en un escenario post proyecto.
Por evaluaciones en que ha trabajado Econometría, se encuentra que la experiencia de la Fundación Alpina en la misma Alta Guajira podría dar insumos para una respuesta. La Fundación, actuando como un laboratorio social, luego de 10 años de trabajo muestra como una intervención que inicia con procesos de consultas a las comunidades puede llevar a buenos resultados; en concreto se generan impactos en variables como desarrollo de capital social, ingresos y seguridad alimentaria, al tiempo que las inversiones son positivas al analizarse en términos de beneficios y costos.
Según la experiencia en Nazareth, en una zona semidesértica el contar con agua lo es todo y fue por donde se inició. A partir de pozos artesanales, bombas electrosumergibles, paneles solares y tanques elevados para el almacenamiento, se garantizó agua permanente. Se usó primero para el consumo humano, pero también para el desarrollo de actividades agropecuarias que complementan los ingresos de las tradicionales artesanías, que son la base para la seguridad alimentaria, más en una perspectiva de soberanía y autonomía alimentaria. Ya se cuentan con producción agrícola que es competitiva y que permite abastecer parte del mercado.
Lo más relevante y pertinente para los proyectos eólicos u otros que se desarrollen en la Alta Guajira es que el trabajo de Fundación Alpina muestra un camino para relacionamiento y desarrollo sostenible. Lo que se ha hecho ya se ha validado y se ha replicado en distintas comunidades, que es uno de los requisitos para poderlos escalar, como bien se podría lograr jalonados por los proyectos eólicos y las comunidades.
Las consultas, por donde debe iniciar todo el proceso, se terminan convirtiendo en el “pecado original”. Propician la división de las familias, para que partes de una familia busquen tener reconocimientos de áreas del territorio más como líderes territoriales que como líderes ancestrales, para negociar con las empresas y no se tienen en cuenta sus proyectos de vida. Quienes lideran las consultas actúan como siguiendo el principio de “divide y vencerás”, cuando lo que tienen es un escenario de “divide y multiplicarás los problemas”. Un cambio en las consultas que pase por entender a fondo la cultura wayuu puede llevar a un escenario distinto al actual de disputas, conflictos, tensiones, desgaste, paros y pérdidas, para pasar a un escenario de desarrollo mutuamente conveniente para las empresas y las comunidades.
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