¿Existe equidad en el campo colombiano para las mujeres?
- marzo 22, 2024
- Colombia
- Artículos de prensa
Escrita por: Nury Bejarano, directora de proyectos - socia.
Sin lugar a duda, marzo es un mes para conmemorar la lucha por garantizar la equidad social, económica, cultural y política de las mujeres. Desde inicios del siglo XX, tiempo al que se atribuye el inicio de este movimiento, se han realizado muchos avances en términos de igualdad de oportunidades. Sin embargo, hoy en día persisten grandes factores que afectan la equidad entre hombres y mujeres, especialmente si se reside en la ruralidad colombiana.
Según el DANE, en el 2023, aproximadamente el 23% de los habitantes del país residía en zonas rurales, del cual el 48% eran mujeres. En diversos estudios adelantados recientemente por Econometría Consultores (evaluaciones al Proyecto Alianzas Productivas, el Campo Emprende, Programa de Alianzas Comerciales y el diagnóstico de la Actividad de Agricultura Sostenible), se ha encontrado que la mujer rural se ve enfrentada a un sin número de barreras, que al final, afectan severamente su autonomía económica, personal y profesional. Dentro de estas barreras, se han identificado factores como estereotipos frente al trabajo que “deberían” desempeñar, lo cual generalmente está asociado con actividades del cuidado y economía del hogar, por ejemplo, preparar los alimentos para el hogar y los trabajadores y/o cuidar a los hijos, a los adultos mayores o a personas con discapacidad. Un segundo factor identificado, es el acceso desigual a los recursos productivos, en donde, en comparación con los hombres, la mujer tiene una menor tenencia de tierra y un menor acceso al sistema financiero. Particularmente la solicitud y otorgamiento de créditos está limitado dada la falta de garantías, al no tener un título que respalde la solicitud.
Un tercer factor que afecta la equidad de oportunidades entre hombres y mujeres es la dificultad de obtener un empleo de calidad. Mientras la tasa de ocupación de los hombres en el área rural es del 70,7%, en las mujeres es del 29,3% (datos del DANE-GEIH, 2022). Esta brecha es explicada en parte por las actividades de cuidado y economía del hogar que tienen a cargo las mujeres y por barreras a su contratación en las empresas; en este último caso (barreras a contratación), la brecha se acentúa dada la combinación de tiempo limitado y menor nivel educativo alcanzado en comparación a los hombres. Por último, se ha evidenciado por Econometría que las mujeres rurales son más susceptibles de ser víctimas de violencia doméstica o ser afectadas por el conflicto armado.
Estos cuatro grandes factores llevan a que se amplíe la brecha de género, afectando severamente la toma de decisiones en espacios comunitarios, dificultando acciones de liderazgo, empoderamiento y uso del tiempo, con todas las consecuencias sobre la salud y bienestar de la mujer.
En este orden de ideas, las estrategias para contrarrestar los efectos de los factores que afectan la equidad y por consiguiente cerrar las brechas de género identificadas, deben iniciar por un proceso formativo, no solo en las mujeres mismas, sino en su entorno cercano, abordando en primera medida a su familia, luego su círculo personal y en paralelo el ámbito productivo. El objetivo de esta etapa es desmitificar creencias innatas en la cultura rural colombiana. Una vez consolidado el proceso formativo, es indispensable apostar por una dinámica transformadora que suministre herramientas para que el cambio sea permanente. Sin lugar a duda, esta etapa, en la que se busca cambiar comportamientos, demanda tiempo. Sin embargo, para obtener resultados en el corto plazo, es necesario propiciar la autonomía económica de las mujeres, vía proyectos productivos sostenibles y rentables, tal que se conviertan en un factor que apalanque la transformación.
Dos ejemplos de ello los encontró Econometría en las evaluaciones a las intervenciones que realizó la Fundación Alpina. En el primer caso, con una intervención que buscaba mejorar la autonomía económica de las mujeres rurales en cinco municipios del departamento del Cauca. A través de un paquete integral, que no solo combinaba formación a todos los miembros del hogar en temáticas asociadas a la Violencia Basada en Género (VBG) sino que se articulaba con la entrega de insumos productivos y su conexión con el mercado, se lograron cambios en los niveles de conocimiento, ingresos, participación y toma de decisiones. Se empoderó económicamente o a las mujeres. Si bien ellas incrementaron sensiblemente sus conocimientos en VBG, lo que más jalonó la autonomía económica fue la conexión con el mercado. Cuando no se cuenta con elementos para llegar a una comercialización exitosa, no es posible generar la transformación, pues no se dispone de una fuente de ingresos. Eso se evidenció en otra intervención desarrollada en territorios vulnerables de Nariño, Puerto Carreño y la Guajira. Si bien se encontró un mejoramiento en conocimiento y toma de decisiones, factores externos como el conflicto armado y las características culturales de la región se han convertido en obstáculos para el desarrollo individual de las mujeres.
Con estos ejemplos sobre la mesa, la agenda pública dispone de buenos elementos que pueden ser rescatados de estas iniciativas, que pueden ser incorporados dentro de sus líneas estratégicas. Como se mencionó previamente, es indispensable iniciar con una estrategia formativa, en donde se trabaje no solo con la mujer, sino también con su entorno cercano, con el objeto de desmitificar los estereotipos existentes y normalizar la equidad en tareas, acceso a bienes y oportunidades de desarrollo personal y profesional. En segundo lugar, para consolidar el cambio formativo y lograr resultados en el corto plazo, se debe propiciar la transformación vía empoderamiento económico. En el sector rural ello se puede garantizar con proyecto productivos robustos, lo cual exige su consecuente articulación con el mercado.
Si bien, como se mencionó anteriormente, existen grandes factores que afectan la equidad de género, rescatando las experiencias exitosas y las lecciones aprendidas de diferentes iniciativas desarrolladas en el país, es posible diseñar acciones para dar garantías a la mujer rural, empezando por apostarle al logro de una mayor autonomía económica.
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