En 2022, Econometría realizó la evaluación de operaciones, institucional y de resultados del Plan Decenal del Deporte (PDD) 2009-2019. En ella se pudieron evidenciar tanto resultados positivos como aspectos a mejorar. Entre los primeros se destacan la creación del Ministerio del Deporte, el incremento en la inversión, particularmente entre 2017 y 2019, una mayor participación de las entidades territoriales en dicha inversión y la coherencia en la estructuración del PDD. Así mismo, se identificaron los avances en los procesos de fomento de la actividad física, la recreación y el deporte social comunitario, en donde se encontró una mayor conciencia de los beneficiarios de la actividad física y beneficios en términos de ahorros en costos de atención en salud, mejor calidad de vida y mayor productividad. En términos de posicionamiento deportivo, se documentaron mejores resultados en la obtención de medallas en competencia de alto nivel.
Sin embargo, también se evidenciaron debilidades, como la insuficiencia en el liderazgo y rectoría por parte del Ministerio, especialmente en la necesidad de abordar y comprender el deporte como derecho y como componente importante de una formación humana integral. Al respecto, los análisis mostraron que en el país solo una de cada diez personas realiza prácticas regulares y voluntarias de algún deporte o actividad física, y solo cuatro de diez superarían los 150 minutos semanales de actividad física; es decir, hay aún en el país una brecha importante en el efectivo ejercicio del derecho al deporte.
Al analizar la información de la evaluación del PDD se encontró que 1,2 de cada diez niños y 2,2 de cada diez adolescentes realizan estas actividades, siendo las mujeres las que menos lo realizan y por menos horas. Este grupo, por tanto, se constituye en un nicho no solo fundamental si se piensa en el deporte como derecho, sino también si se lo ve como clave en términos de desarrollo humano, reducción de costos futuros, rentabilidad social y, por supuesto, en el posicionamiento deportivo.
El deporte visto desde una perspectiva de contribución social tiene un enorme potencial en el desarrollo de las niñas, niños y adolescentes en la medida en que, como lo refiere Unicef, se constituye en una fuente de aprendizaje vivencial en la cual, sin necesidad de ser competitivo, se ponen en juego valores, conflictos, intereses, satisfacciones y frustraciones. Con todos estos elementos sobre una cancha, un campo, una pista, un patio o un parque, y sin lugar a la neutralidad, se activa en el juego un espacio de convivencia, de diálogo, de adaptaciones, una dinámica social en la cual los involucrados van creando, afinando y desarrollando habilidades para la vida. Así las cosas, en la medida en que se amplíe el acceso de niñas, niños y adolescentes al derecho al deporte de una manera incluyente, estructurada y acorde con su etapa de desarrollo, teniendo en cuenta sus intereses y gustos, y abriéndoles la posibilidad a la exploración, se podrá también ir aumentando la regularidad y la voluntariedad de las prácticas deportivas y de actividad física en la adultez, y como lo evidenció la evaluación, se podrá tener efectos sobre la convivencia y la reducción de la violencia.
Ahora bien, los esfuerzos en considerar al deporte no solo como un derecho, sino como un potenciador de habilidades y capacidades individuales y sociales, también pasa por asumir una responsabilidad superior cuando se logra cautivar a las niñas, niños y adolescentes en un deporte, pues una vez se ha creado el hábito, la demanda por tener escenarios para la práctica y equipos capacitados para el entrenamiento es un efecto automático. Entonces, está claro que el deporte y la actividad física deben ser potenciados por su rentabilidad y contribución social, pero también debe estar claro, para los actores del SND, que la oferta debe estar preparada para acompañar, apoyar y fomentar cada vez más deportistas, si la visión es mejorar los resultados en términos de posicionamiento de Colombia como potencia deportiva continental.
Particularmente en lo referido al deporte infantil y adolescente, que es el momento en el que por lo general comienza a formarse una carrera de rendimiento, no se puede pasar por alto que no son solo deportistas, sino que son ante todo niñas y niños, por lo que la aplicación de algunas normas, exigencias, estándares y métodos que vienen de lógicas adultas, muchas veces agresivas y violentas que los ven únicamente en su función de generar resultados, los ponen en situaciones de vulnerabilidad ante la soledad, la violencia, el temor, la exclusión, la inequidad, las enfermedades, y por ese camino la desmotivación para continuar con su práctica. No se debe olvidar que uno de los objetivos de la práctica deportiva debe consistir en reforzar la formación en valores como trabajo en equipo, la equidad, la tolerancia y respeto.
Entonces, la reflexión no solo debe estar puesta sobre los deberes de los jóvenes talentos que entran a los programas deportivos que se gestan desde el SND, sino, sobre todo, en la responsabilidad que les recae en la garantía de un derecho, y en la corresponsabilidad que tienen frente al desarrollo de los ámbitos individual, social y ciudadano de deportistas jóvenes que por encima de un número en un ranking son seres humanos que están en proceso de desarrollo, y que, por tanto, necesitan condiciones y apoyo.