25 de noviembre, columna para La República

25 de noviembre

Escrita por: Carolina Suárez

Es 2022. Por nuestra historia como sociedad, han pasado miles y miles de hitos que nos han construido y deconstruido como individuos y como humanidad; eventos, hechos, situaciones, discusiones que han pasado, pasan día a día y seguirán pasando, y que, como especie, nos van moviendo hacia otros lugares (tal vez mejores, tal vez no).

En esta comprensión de nosotros mismos como colectivo también hemos ido entendiéndonos (no precisamente de manera pacífica) no sólo como una suma de seres vivos con determinadas características físicas, sino como una construcción compleja compuesta por personas, por individuos particulares, diferentes entre sí, pero unidos por la característica común de “ser humanos”. Una característica que no es solo nominal, sino que ha sido y sigue siendo una cuestión de debates políticos y éticos en la cual la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 ha sido referente.

Cuando dejamos de vernos como una masa y entramos a los detalles, se evidencian entre los seres humanos no sólo las diferencias, sino las desigualdades, inequidades y brechas que hay entre regiones, países, edades, géneros y razas. Es quizás también la historia misma la que nos ha llevado a que algunas de ellas existan, la construcción cultural de lo que somos como humanidad se ha dado desde una perspectiva hegemónica que ha concentrado el conocimiento, las discusiones y la toma decisiones en adultos, hombres, blancos y con acceso a la educación, por lo que el camino nos conduciría a una perspectiva adultocéntrica, patriarcal y racista.

Pero es 2022, y nos hemos movido como humanidad hacia un mejor lugar en el que tomamos conciencia de la importancia de la inclusión y de la riqueza de la diversidad (o así quisiéramos muchos que fuera). Pero en este mejor lugar las mujeres, que somos un poco más de la mitad de los seres humanos del mundo, sufrimos en mayor medida la discriminación y la violación de nuestros derechos humanos, a lo que se suma que seguimos estando subrepresentadas y con limitado o nulo acceso al liderazgo político.

Según datos de ONU Mujeres se estima que en el mundo 736 millones de ellas han sido víctimas de violencia física o sexual, 1/3 de ellas niñas menores de 15 años; en 2021 alrededor de 81.000 de ellas fueron asesinadas, en su mayoría en crímenes cometidos por parejas o familiares; durante la pandemia por covid-19 la violencia doméstica se intensificó, demostrándonos que el hogar no es precisamente el lugar más seguro para nosotras, este periodo significó además la profundización de brechas entre hombres y mujeres sobre las cuales ya se había recorrido un importante camino.

En Colombia las cifras no son muy diferentes, lo que agrava la situación en nuestro contexto es la impunidad y la lentitud del sistema de justicia y la baja independencia económica de las mujeres, hechos que desincentivan la denuncia a los perpetradores.

En Econometría hemos aportado a la comprensión del problema de manera específica desde los estudios que hemos realizado sobre la iniciativa Spotlight de Honduras y de las narrativas relacionadas con ser mujer y el proceso de reincorporación de adolescentes, y desde las evaluaciones de impacto de cuatro programas de prevención de la violencia contra las mujeres en América Latina y el Caribe e institucional de los derechos de las mujeres víctima del conflicto armado, y hemos avanzado con nuestro compromiso empresarial hacia la igualdad de género como miembros del Pacto Global de las Naciones Unidas, y dentro de él del Target Gender Equality.

El problema está reconocido, y aunque en este mejor lugar en el que estamos todavía hay personas que lo consideran exagerado e innecesario y se han incrementado los movimientos antifeministas y antiderechos (todos opinan sobre nosotras), hay voces que se levantan para exigir, ya no pedir, a gritos el respeto por nuestros derechos y libertades.

El 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, reconocido por la ONU desde 1999, que tuvo sus orígenes en el primer Encuentro Feminista de Latinoamérica y el Caribe que se realizó en Bogotá en 1981, fecha que fue escogida por ser el día de la muerte en 1960 de las hermanas Mirabal, activistas y defensoras de derechos de las mujeres que fueron asesinadas bajo la dictadura de Trujillo en República Dominicana. Este 25 de noviembre, de este 2022, en este mejor lugar, la movilización feminista en Colombia, en América Latina y en el mundo se tomó las calles y las redes para decir que “Nos queremos vivas”, que no queremos “Ni una menos”, que quisiéramos estar “Libres y sin miedo” y que en esto “No somos una, somos todas”, porque que necesitamos “Que ser mujer no nos cueste la vida”.

Y es que en este mejor lugar de la historia el gran cambio que se ha tenido en relación con la violencia contra las mujeres no es su eliminación (lamentablemente), pero al menos se ha avanzado en su reconocimiento como un problema importante que no nos atañe solo a nosotras, que no sólo es un asunto de nuestra esfera privada y del cual no somos culpables.

Por esto, este 25 de noviembre reafirma la importancia de seguir trabajando en relación con la garantía de nuestros derechos, y no sólo desde la institucionalidad y desde una perspectiva normativa y de política pública, sino de manera muy poderosa desde nuestra manera de “ser humanos”, desde nuestra forma de “ser hombres” y de “ser mujeres” y de relacionarnos con el otro, desde la toma de conciencia de nuestros silencios sociales y de la importancia de asumir posiciones como un compromiso ético frente al cambio.

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Un plan en el que el territorio es el escenario y el actor…

Un plan en el que el territorio es el escenario y el actor protagonista

Escrita por: Leonel Miranda

El pasado 15 de noviembre, el Gobierno Nacional presentó las Bases del Plan Nacional de Desarrollo para su estudio por parte del Consejo Nacional de Planeación. El documento, denominado “Colombia Potencia Mundial de la Vida 2022 – 2026”, contiene las directrices, apuestas y metas mediante las cuales, el gobierno pretende cumplir sus promesas y orientar las principales políticas e inversiones desde el nivel nacional.

Los planteamientos son consistentes con el discurso y las ideas expresadas desde la campaña política: paz total, cambio climático, las injusticias de distinta naturaleza, nuevas formas de productividad y democracia más profunda.

Los capítulos se organizan en cinco grandes transformaciones y siete actores diferenciales (jóvenes, mujeres, población LGBT, víctimas, comunidades étnicas y personas en discapacidad)
Las cinco transformaciones propuestas son:

I. Ordenamiento del territorio alrededor del agua y justicia ambiental
II. Seguridad humana y justicia social

III. Derecho humano a la alimentación

IV. Internacionalización, transformación productiva para la vida y acción climática

V. Convergencia regional

Además de la estructura compuesta por grandes transformaciones y actores diferenciales, hay un énfasis fuerte en la dimensión territorial. Posiblemente, desde el Plan de Desarrollo de 1970, denominado las cuatro estrategias, que proponía la urbanización como gran eje de desarrollo nacional, no se presentaba un proyecto nacional de desarrollo con tantos retos en materia de gestión territorial y urbana.

El plan tiene grandes propósitos como ordenar el territorio en torno al agua, formalizar la tenencia y titulación de la tierra, reducir los conflictos por el uso del suelo, disminuir la segregación socioespacial en las ciudades, producir infraestructura de impacto regional, implementar modelos nuevos de manejo de parques naturales, articular más de 70 instrumentos de planeamiento y los sistemas de gestión de riesgo y de manejo ambiental, protección del suelo rural, generar infraestructura educativa, cultural y social, garantizar un mínimo vital de agua, proteger el patrimonio arqueológico y cultural, financiar y aumentar la oferta de transporte urbano y regional, conectar con infraestructura a las zonas que producen alimentos, redistribuir la propiedad de la tierra, contención de la reforestación, restauración de ecosistemas degradados, descarbonizar los sistemas de transporte público, generar barrios con áreas verdes y espacios públicos, recuperar las áreas centrales urbanas, provisión y mejoramiento de viviendas rurales y urbanas.

La visión del territorio y sus principales apuestas se integran a una mirada global, compartida con numerosas agendas en temas que abarcan desde energías limpias, ciudades sostenibles, vínculos urbano rurales, regionalización, seguridad vial y resiliencia urbana.

En términos conceptuales y programáticos, la propuesta del Plan Nacional de Desarrollo se sintoniza con temas que tienen niveles de consenso global. Algunas investigaciones realizadas por Econometría para diagnosticar el estado de los centros urbanos del país y la evaluación de macroproyectos desarrollados por el fondo de adaptación coindicen con enfoques del documento respecto a la necesidad de desarrollar una actuación más activa y comprometida desde el nivel nacional, la adopción de instrumentos de gestión que permitan una mejor gestión de las externalidades del desarrollo urbano además de diversificar las fuentes de financiación porque las capacidades de la mayor parte de municipios son insuficientes para enfrentar desafíos contemporáneos como los que generan las migraciones o el cambio climático.

También se pueden identificar temas y programas que tienen antecedentes institucionales que merecen continuidad, como programas de modernización catastral, instrumentos para captura de valor, políticas de sostenibilidad, movilidad activa, entre otras. Las visiones y prioridades de los gobiernos pueden tener diferenciaciones, pero las lecciones aprendidas y las capacidades obtenidas son un activo que a la sociedad le conviene preservar.

La promesa que está contenida en este documento está permeada por intenciones de cambios, que tienen una base territorial en regiones, veredas, ciudades y bosques, frente a los cuales, algunas políticas y programas conllevan la revisión de paradigmas en materia de planeación y desarrollo urbano. Agenciar estos cambios en un país descentralizado y con desequilibrios territoriales conlleva ajustes que van más allá de lo normativo y que demanda considerar como mínimo los siguientes retos:

Desarrollar formas de gestión asociada que superen la supuesta tensión entre centralismo y municipalismo y reconozcan sistemas de gobernanza en distintas escalas.

Adaptación de las políticas sectoriales hacia una gestión estratégica territorial. El turismo, la cultura, la logística, la innovación, son temas sectoriales que se viabilizan solo si se concretan en el territorio.

Gestión del conocimiento tendiente a la inteligencia territorial y a la apropiación de la información por todos los actores.

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El último que ve el agua es el pez, columna para La República

El último que ve el agua es el pez

Escrita por: Claudia Peñaranda

Si el mundo empresarial, al igual que un pez en el agua, se diera cuenta de que las necesidades e intereses de los hombres y las mujeres deben ser abordados de forma distinta, lograría fortalecer y transformar positivamente su productividad y eficiencia, como lo evidencian indicadores que mundialmente miden estos aspectos. Pero, en la práctica, la mayoría de las empresas no tienen en cuenta estos aspectos de igualdad a partir de las diferencias que existen entre hombres y mujeres porque no se logran percatar de lo que estamos hablando, o porque lo subestiman. Intentemos una explicación de por qué sucede esto.

Imaginemos por un momento que hemos pasado toda la vida usando unas gafas que lo único que nos dejaban ver en el mundo eran círculos y cuadrados. Imaginemos que de repente, al darnos cuenta que toda la vida hemos usado estas gafas, nos las quitamos y empezamos a ver que en el mundo existe además una variedad de figuras geométricas que nunca habíamos visto. Imaginemos que a algunos nos da miedo este nuevo mundo de formas y preferimos seguir usando las gafas de siempre, y que, a otros, por el contrario, esta nueva manera de ver el mundo nos plantea nuevas fronteras y retos. Bueno, pues estas gafas son mi descripción muy coloquial de lo que el sociólogo científico Thomas Kuhn denominó en su momento “paradigmas” y que son en últimas nuestros sistemas de creencias.

Son nuestras creencias (nuestros paradigmas en palabras de Kuhn) las que nos permiten ver algunas situaciones como problemáticas y otras no. Pero las creencias no solo nos permiten definir algo como un problema, sino que van más allá y son las que nos permiten ver algo por primera vez. En otras palabras, nuestros sistemas de creencias nos hacen estar ciegos para algunos temas porque, literalmente, no los podemos ver.

Históricamente, nuestros sistemas de creencias cambiaron y pudimos ver que la tierra giraba alrededor del sol, o que el inconsciente existe, o que los derechos humanos son inherentes a todas las personas. Pero hay temas sobre los cuales seguimos siendo ciegos, en el sentido de Kuhn. Por ejemplo, por qué a las empresas se les dificulta entender cómo desarrollar una política que tenga en cuenta que las necesidades de sus trabajadores pueden ser distintas (no mejores o peores, solo distintas) dependiendo de si son hombres o si son mujeres.

La facilidad para entender esto conduce, por ejemplo, a que según Comulative Gallup Workspace Studios, las empresas que cuentan con diversas fuerzas de trabajo a nivel mundial sean 22% más productivas, y 27% más rentables, debido a que se abordan campos relacionados con la innovación y liderazgos, la atención a nuevos mercados y la productividad, por solo mencionar algunos aspectos.

Estamos todos de acuerdo con qué hombres y mujeres son iguales, pero poco sabemos sobre cómo lograr la igualdad en el ámbito empresarial. Lo máximo que solemos hacer es contar cuántos hombres y cuántas mujeres hay en una empresa y creemos que así estamos atendiendo este aspecto. En realidad, esto no es suficiente y ni siquiera es el inicio del camino de lo que se debe y se puede hacer.

Un primer paso, sin duda, es darnos cuenta de que llevamos puestas las gafas que nos hacen creer que no hay que hacer nada adicional a lo que ya estamos haciendo porque “nosotros no discriminamos a nadie” o “todos somos iguales”, y quitárnoslas para entender que, al reconocernos en la diferencia, podríamos alcanzar, no solo una economía más rentable y lucrativa, sino también un mundo más justo y lleno de oportunidades para quienes lo habitamos. Pero un segundo paso, en términos más prácticos, nos podría conducir a la búsqueda de más y de mejor información al respecto.

Es por esto que con una iniciativa tan concreta como la que promueve Naciones Unidas en unión con otros socios corporativos, del sector público y de la sociedad civil en el espacio nacional e internacional a largo de 160 países, bajo el nombre de Pacto Global, es posible identificar y seguir prácticas empresariales que le apuesten al logro de unos principios asociados a la igualdad, a la equidad y a la inclusión que conducen a la prosperidad. Prácticas que se orientan a la atención de siete aspectos asociados al empoderamiento de las mujeres, tales como la igualdad para los cargos directivos, el respeto por los derechos humanos de todos, la atención a la salud, la seguridad y el bienestar de quienes hacen parte de las empresas, la promoción de la educación y el desarrollo profesional de las mujeres, y la evaluación y difusión de las acciones en pro de la equidad, entre otros aspectos adicionales tanto al interior de las empresas en sus prácticas empresariales, como en los entornos comunitarios donde éstas existen.

Es por esta razón que Econometría ha entrado a hacer parte del programa acelerador de género de las Naciones Unidas, que es un programa de seis meses que tiene como objetivo desafiar y apoyar a las empresas participantes del Pacto Global de las Naciones Unidas a establecer objetivos corporativos ambiciosos en torno a la igualdad de género. El tema, además, viene siendo incluido en nuestras evaluaciones desde hace ya un tiempo, intentando ver con diferentes lentes para reconocer que las intervenciones de política y programas sociales deben tener también un enfoque que reconozca las necesidades de hombres y mujeres para potenciar aún más los efectos buscados.

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Un negro nubarrón se alza en el cielo

Un negro nubarrón se alza en el cielo

Escrita por: Julián Roa

Se avecina una fuerte tormenta. En el último informe de perspectivas económicas del FMI se advierte que la economía mundial se desacelerará de manera importante en 2023. Según el informe, muchas personas vivirán el 2023 como una recesión. A pesar del tono sombrío del informe, Colombia sale relativamente bien parada en 2022. Por un lado, el crecimiento económico pronosticado para 2022 es de 7,5%, significativamente superior a 6,3% previsto en julio. Por otro lado, en 2022, la entidad proyecta una inflación de 11% para fin de año. No parece ser un mal balance.

Lo que preocupa es 2023. El FMI pronostica un crecimiento de 2,2% para 2023 y una inflación de 5,3%. Ante esto surgen una pregunta: ¿Qué tan acertado ha sido el FMI con sus pronósticos sobre Colombia? En los últimos tres años, no mucho. Por un lado, los analistas económicos (tanto el FMI como los locales), después de la pandemia, hemos subestimado en diferentes medidas el crecimiento y la inflación de la economía. Con la última información disponible es creíble que Colombia tenga un crecimiento entre 8 y 8,5% en 2022 y una inflación superior a 11% y más cercana de 12% o 13%. Ojalá que continúe este error sistemático del FMI y la economía tenga una tasa de crecimiento superiores a 3% en 2023 y que acierte en que la inflación para que caiga significativamente el próximo año.

Sin embargo, esto es pensar con el deseo. En primer lugar, la política monetaria externa continuará siendo contractiva hasta la mitad de 2023, lo que devaluará la tasa de cambio, y con ello aumentará la inflación de los bienes importados. En segundo lugar, el incremento en el precio de la gasolina tendrá un efecto en los precios del resto de la canasta.

Econometría estima que la reciente devaluación y el incremento en el precio de la gasolina podrían llevar inflación hasta niveles de 12% o 13% a fin de 2022. Finalmente, se está a la expectativa del incremento del salario mínimo. Por un lado, si el piso de la discusión es 12%, el supuesto incremento de la productividad podría justificar un punto adicional; lo cual podría llevar a un incremento de 13%. Sin embargo, el enfoque del nuevo gobierno podría justificar un incremento de 15% o superior. Así la inflación de 2023 puede terminar en un nivel de 7% u 8%, teniendo en cuenta factores como la devaluación, el alto nivel en el que terminaría en 2022, el efecto del salario mínimo y el efecto contrarrestante de las alzas en las tasas de interés.

El escenario en cuanto a crecimiento es particularmente incierto en 2023. Mientras el FMI ve la economía colombiana creciendo a 2,2%, el Banco de la República proyecta un crecimiento de 0,7%. De nuestra parte, con mucha incertidumbre, vemos la economía creciendo alrededor de 2%. Por un lado, el empuje de 2022 podría impulsar la demanda aún hasta el primer trimestre de 2023 y luego proyectamos una economía estancada en el resto del año. Sin embargo, si la crisis mundial se materializa y es más grave que lo que se espera, podríamos ver tasas de crecimiento inferiores.

Ante este escenario complejo, vale la pena preguntarse ¿qué se puede hacer para enfrentar este temporal? Lo primero es evitar las tentaciones fáciles y lo segundo es tomar acciones efectivas contra la inflación.
Dentro de las tentaciones fáciles a evitar se encuentra propuestas como los controles de capitales, la implementación de controles de precios de la canasta básica familiar, un aumento exagerado del salario mínimo, o el uso de reservas internacionales para controlar el tipo de cambio. La primera puede resultar inconveniente, pues frena de manera relevante la entrada de capitales, pues un inversionista no va a llevar su capital a un país que le restrinja recuperar su inversión cuando lo desee. La segunda también es inconveniente pues, si bien ayuda a calmar las presiones inflacionarias momentáneamente, se pueden generar problemas de escasez y una vez se quitan los controles -si es que se asume el costo político de quitarlos- la inflación repunta.

En esencia, se aplaza el problema o se generan desabastecimientos y mercados negros, como pasó en Venezuela. En lo que concierne al salario mínimo se debería ser prudente, idealmente se debería seguir la regla implícita de meta de inflación + productividad que no generaría mayores efectos adversos en el empleo ni en la inflación. Finalmente, la tasa de cambio ha sido muy volátil y durante 2023 lo será aún más, por lo que es tentador el uso de las reservas internacionales, sin embargo, se trata de un instrumento de dudosa efectividad.

Por otra parte, ¿qué se puede hacer? En primer lugar, el Banco de la República debe mantener las alzas en la tasa de intervención. Ello presionaría una disminución en la inflación en 2023 y una normalización de la demanda agregada que está por encima del potencial. Adicionalmente, la inflación y los incrementos en la tasa de interés afectan de manera desproporcionada a los pobres, razón por la cual ajustar las transferencias monetarias por la inflación podría mitigar los efectos en los más vulnerables.

2023 será complejo, pero si se ataca al problema de la inflación con medidas efectivas y no con medidas inútiles a pesar de estar bien intencionadas, podremos pasar la tormenta sin mayores pérdidas.

Las opiniones expresadas en esta columna no representan la visión de Econometría Consultores ni la visión de su junta directiva.

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Inflación: Si en Colombia llueve, en América Latina no escampa

Inflación: Si en Colombia llueve, en América Latina no escampa

Escrita por: Maria Carolina Latorre

La política monetaria colombiana en los últimos años se ha caracterizado por su estabilidad y éxito en el control de la inflación. El cambio en los precios se mantuvo dentro del rango meta de entre 2% y 4% del Banco de la República durante 2017 hasta 2021. Antes de este periodo, la inflación llegó a niveles de 6% a causa del incremento en los precios generados por fenómenos climáticos y la alta depreciación del peso colombiano.

No obstante, a partir del segundo semestre del 2021 y en todo lo corrido de 2022, el panorama ha sido bien diferente. Aún con los esfuerzos del Emisor de subir las tasas de interés, la inflación anual ha venido creciendo hasta alcanzar niveles de 11,44% en septiembre de este año. Desde el mes de julio tenemos una cifra de dos dígitos, situación que no se presentaba desde mayo del 2000. Según el Dane, este incremento ha sido jalonado principalmente por los precios de los alimentos y bebidas no alcohólicas; alojamiento, agua, electricidad, gas y otros combustibles; y restaurantes y hoteles.

Una mayor inflación para este año era algo que se esperaba, dadas las políticas expansivas y de aumento de liquidez promovidas durante la crisis generada por el covid-19, lo cual generó un incremento en la demanda que, si no se suple con mayor producción, termina en una inevitable alza de precios. De hecho, Econometría Consultores ha pronosticado un cierre de la inflación para Colombia de 11,5% en 2022 y de 8% en el 2023.

Son varias las razones por las cuales los precios están aumentando. Los pronósticos de inflación para América Latina muestran que estos factores no solo afectan a Colombia sino a toda la región, con países donde el incremento será mucho mayor. Por ejemplo, de acuerdo con proyecciones de la Alianza Latinoamericana de Consultoras Económicas – Laeco, de la cual Econometría Consultores es miembro desde 2015, en Argentina la inflación de este año será de 95%, en Chile de 12,7%, en Uruguay de 9,3%, en Costa Rica, México, Paraguay y Brasil se espera que este incremento esté alrededor de 8% y en Perú en 6,5%.

Los únicos países de la región donde la inflación será cercana a 3% son Bolivia y Ecuador, donde el régimen de tasa de cambio es fijo, lo que sugiere que gran parte del aumento en los precios en los países que tienen sistemas de tasas de cambio variable se ha dado por la devaluación de sus monedas, que ha aumentado el efecto del alza mundial en los precios en dólares de los commodities y de los fletes. Otro factor común de los países de la región evidente en estos meses es el incremento en las tasas de interés por parte de los Bancos Centrales en búsqueda del control de la inflación. En algunos de ellos se espera que no se den más alzas en lo corrido del año. Sin embargo, las decisiones similares tomadas por la Reserva Federal de Estados Unidos y del Banco Central Europeo para controlar la inflación en esos países, generarán mayores presiones de devaluación para los países de América Latina, por la posible salida de capitales en búsqueda de mejores rendimientos a sus inversiones en países desarrollados. Esta mayor devaluación a su vez resultará en un mayor costo de los bienes e insumos importados, lo que se transmite en mayores precios, incremento de la inflación y presión para los Bancos Centrales de subir las tasas de interés con el fin de reducir la demanda y la liquidez del mercado.

El efecto negativo de las políticas para controlar la inflación es que altas tasas de interés afectan la posibilidad de consumir y de invertir con endeudamiento. También se afecta el desempleo, dado que, con una alta inflación, los salarios deberán aumentar en al menos ese porcentaje, lo que incrementa el costo de las empresas para contratar trabajadores.

Esta situación, al parecer desesperanzadora, que vive actualmente América Latina, da un mensaje muy importante para los nuevos gobiernos que están comenzando su mandato. Un elemento a tener en cuenta es la necesidad de mejorar la competitividad de nuestra producción Ello además de generar crecimiento económico y empleo, reduce el riesgo de que los precios domésticos estén incididos por el comportamiento de la tasa de cambio.

Es indudable que el régimen de cambio flexible mejora en el corto plazo la competitividad de los productos transables nacionales, tanto frente a lo que exportamos como a lo que importamos. Pero la competitividad estructural debe ser un propósito de largo plazo y no puede depender exclusivamente de la tasa de cambio. Si somos más innovadores, y mejoramos nuestra productividad, los incrementos en la demanda futuros podremos suplirlos con aumentos en la producción, sin necesidad de incrementar los precios. Esto es algo que todos sabemos, de lo que se ha hablado muchas veces, pero hay pocas evidencias de que ellos se haya materializado en políticas efectivas. Es necesario que, como región, nos volquemos a que nuestra producción local sea más productiva e innovadora. Solo así podremos tener economías más estables en el largo plazo y que generen bienestar para toda la población.

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Abuelito Jaime, un peatón que murió

Abuelito Jaime, un peatón que murió

Escrita por: Maria Gloria Cano - Carolina Suárez

Todos los días en las calles y carreteras de Colombia, ocurren siniestros viales en donde se ven involucrados peatones. Mi abuelito Jaime, con un poco más de 60 años, fue uno de tantos que perdió la vida caminando tras ser atropellado por un motociclista que invadió el andén, dejando profunda tristeza y vacío en toda la familia. Su historia emula lo que sucede con alrededor de 1.600 peatones que fallecen cada año como consecuencia de un siniestro vial, en situaciones que hubiesen podido evitarse. De hecho, se denomina siniestro a diferencia de accidente, dado que hace referencia a un hecho previsible.

Estas cifras nos atañen porque todos somos peatones y al carecer de “revestimiento exterior” somos los más vulnerables en las vías. Es muy preocupante en el caso de nuestras niñas, niños, adolescentes y adultos mayores, por las características propias de la etapa vital en la que se encuentran: los siniestros de tránsito son la primera causa de muerte por factor externo en los adultos mayores y la segunda causa en las niñas, niños y adolescentes.

¿Qué factores determinan que las niñas, niños, adolescentes y adultos mayores peatones crucen la calle en situación de riesgo? ¿Cómo incide la infraestructura existente? ¿Existen diferencias entre grupos de población? Estas preguntas se las hizo la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV) y se respondieron en un estudio cualitativo sobre la movilidad peatonal de los niños, niñas, adolescentes y adultos mayores realizado entre 2021-2022 por la Unión Temporal Econometría – SEI (Contrato ANSV 139 de 2021).

Somos peatones, algunas veces por falta de recursos, y otras por opción dada la cercanía, funcionalidad o por salud. Las dinámicas de movilidad no son per sé un factor de riesgo, pero están mediadas por la intención de la movilidad, la hora, el día, la distancia, las opciones de transporte, el clima, la geografía, la infraestructura, la edad, el sexo, entre otros elementos. La pandemia fue un elemento coyuntural que incidió en la opción de ser peatón para evitar las conglomeraciones en el transporte público. Las niñas y los niños se desplazan normalmente con compañía de sus cuidadores en trayectos entre el colegio y la vivienda o hacia lugares de recreación. Las y los adolescentes tienen una mayor autonomía, y realizan recorridos más largos. Mientras que las y los adultos mayores peatones están motivados por actividades laborales, salud, recreación, prácticas religiosas, actividades bancarias o comerciales.

Como se dijo anteriormente, la movilidad en sí misma no es un factor de riesgo, y no tendría que representar peligros para las personas. El riesgo se da por factores internos relacionados con las decisiones o comportamientos temerarios o por factores externos determinados por la infraestructura o las decisiones de otros actores viales.

Entre los factores internos, en el estudio se identificó, por ejemplo, que en los adolescentes prima la distracción, viendo el celular o con audífonos, ir jugando, por retos motivados por sus pares. Los hombres adolescentes son más propensos a ponerse en situaciones de riesgo que las mujeres, más aún si están en grupo.

En las niñas y los niños, los riesgos están asociados a su inexperiencia al cruzar, el temor, o la distracción. Sus comportamientos y actitudes se dan a partir del ejemplo y enseñanzas de sus cuidadores, quienes carecen de saberes necesarios para transmitir de manera adecuada las normas, y ven la funcionalidad del trayecto que realizan, pero no lo asocian a un aprendizaje que están teniendo hacia sus niñas y niños.

Los adultos mayores, en algunos casos, asumen riesgos mediados por considerarse que deben ser respetados por los actores viales y por la disminución de sus habilidades físicas y/o cognitivas. En un contexto de calle que se ha vuelto complejo, se sienten ajenos al sistema, no se reconocen como peatones, ni corresponsables, esto conlleva a una mayor dificultad para aceptar y seguir las normas.

Entre los factores externos, los comportamientos de los demás actores viales como conductores de vehículos, motocicletas y bicicletas, son un factor que puede constituirse en riesgo. Son percibidos por los peatones con miedo. Pero entre todos, los motociclistas les representan el mayor peligro por sus movimientos erráticos e impredecibles a alta velocidad, muchas veces utilizando espacios como andenes. Según los peatones, los conductores, motociclistas y ciclistas no ven, no los reconocen como un actor con derechos en la vía, lo cual es paradójico si se piensa que una vez se bajan del vehículo, también son peatones.

Otro factor externo determinante del riesgo o la protección de los peatones es la infraestructura. Los andenes estrechos, desnivelados, deteriorados, con materiales resbalosos, invadidos por basura, vendedores ambulantes, carros y motos, obligan a los peatones a caminar por la vía y a compartir espacio con los vehículos. De igual manera, hay ausencia de pasos peatonales y de señalización, y el uso de los puentes peatonales se limita por la percepción de inseguridad o el deterioro.

Este panorama refleja los grandes desafíos existentes para gestionar la seguridad vial, pero en la medida que sean explícitos y se reconozcan existirá la posibilidad de enfrentarlos a favor de una movilidad más segura, en donde se eviten más casos como el del abuelito Jaime. Se hace necesario, por una parte, lograr transformar los conocimientos, actitudes y comportamientos de todos los actores viales como corresponsables de un sistema seguro a través de intervenciones pedagógicas, y por otra, crear una infraestructura segura, pensada en la protección de los peatones como los actores más vulnerables.

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A propósito de las ideas de Mariana Mazzucato

A propósito de las ideas de Mariana Mazzucato

Escrita por: Francisco Azuero

En algunas declaraciones del presidente Petro y de sus funcionarios, se hace referencia a las ideas de la economista italiana Mariana Mazzucato como inspiradora del programa de gobierno, e incluso del Plan de Desarrollo. En continuación con el debate del 20 de agosto de al tablero de economistas de las ideas de Mazzucato en el que Econometría participó, vale entonces la pena profundizar en sus ideas, y analizarlas. En virtud de ello, revisemos algunas de ellas.

Una de sus tesis centrales es que la gran mayoría de los economistas ha subestimado el papel del gobierno en la creación de riqueza, y paralelamente ha sobreestimado el del sector privado, especialmente en algunos sectores como el financiero.

Las conclusiones en torno a la política pueden resumirse en que es necesario aumentar el tamaño del Estado, y combatir a los sectores privados como el financiero, que no son sino “extractores de rentas”. Mazzucato expone en su libro “El valor de las Cosas” muchos ejemplos de fracasos de empresas privadas, pero ilustra poco sobre los fracasos o abusos de los gobiernos (elefantes blancos, corrupción, etc.) Es el típico caso de “sesgo de selección”. Un estudio académico serio y objetivo debe señalar y ejemplificar las “fallas del mercado”, es cierto, pero también las “fallas de gobierno”. En ambos campos la literatura reciente sobre política económica ha profundizado bastante.

Señalemos tres de las imprecisiones de la autora:

Dice la autora en el libro citado que “la mayoría de los economistas considera que el gobierno no añade valor a la economía” (El valor de las cosas, pag 130). Mas adelante afirma (pág. 133) que “…en un sistema capitalista, donde la ganancia de un beneficio se considera el resultado de ser productivo, esto es importante porque hace que el gobierno, cuyas actividades tienden a no tener ánimo de lucro, parezca improductivo”. Estas afirmaciones, simplemente, no son ciertas. El concepto de bienes públicos, desarrollado por el premio Nobel Samuelson en los años 50, señala cómo aquellos bienes que cumplen las condiciones de no exclusión y de no rivalidad, deben ser producidos por el Estado, en la medida en que no existen incentivos para que los agentes privados se responsabilicen de ellos a través del sistema de precios. Se trata de servicios como la justicia, la defensa y la regulación. Es claro que esto corresponde a una falla de mercado, que debe ser solucionada por la autoridad pública. En la formulación del Sistema de Cuentas Nacionales, esa producción de bienes públicos se contabiliza como la actividad central del “Gobierno General”. Los principios de contabilización no son diferentes a los que se aplican a los bienes y servicios producidos por el mercado: lo que la sociedad paga por ellos. Solo que en este caso el pago no se hace con el sistema de precios, sino a través de impuestos (o de deuda, que no son sino impuestos futuros). La demanda por estos bienes se expresa a través del proceso político. Son los cuerpos legislativos, cuando aprueban los presupuestos, los que deciden cuál es la canasta de bienes públicos deseados por la sociedad. En la contabilidad de oferta del sistema de cuentas nacionales del Dane, estas actividades aparecen bajo el nombre “Administración pública y defensa; planes de seguridad social de afiliación obligatoria; Educación; Actividades de atención de la salud humana y de servicios sociales”. Las cuales representaron, para el año 2021, 15% del PIB, según las cuentas nacionales publicadas por el Dane.

Afirma, también refiriéndose al sistema de cuentas nacionales, que “el gasto de todos los hogares es lo que cuenta de cara a la demanda final de la economía”. Ello tampoco es cierto. El consumo de los hogares, representó el año pasado en Colombia, según el Dane 66% de la demanda interna, que incluye además el gasto de consumo del gobierno y la formación bruta de capital, una parte de la cual es adelantada por el Estado, este último componente está claramente identificado en las cuentas nacionales. No es cierto tampoco que exista la convención de que “todo el gasto gubernamental cuenta como consumo final de la economía” (pág. 135).

Afirma la autora que el sector financiero no es productivo y que si figura así en los sistemas modernos de cuentas nacionales, es solo como resultado del lobby de estas empresas. En realidad, el enorme equipo técnico tanto de organizaciones multilaterales como nacionales, encargado de definir el Sistema de Cuentas Nacionales ha hecho un trabajo serio, cuyos resultados pueden apreciarse leyendo el Manual de Cuentas Nacionales. Según este sistema los préstamos bancarios son un producto como cualquier otro. Su materia prima son los depósitos recibidos. Los bancos los agrupan, transforman plazos, y deciden, a través de un proceso de análisis de riesgo, cuáles son los clientes o proyectos dignos de crédito. La diferencia entre el costo de los depósitos y los créditos cobrados constituye el valor agregado, con el cual se remunera la mano de obra y el capital invertido.

No es cierto que la actividad financiera se haya desregulado. Es cierto que en 1999 se derogó en Estados Unidos la Glass Steagall que desde los años 30 del siglo pasado exigía una completa separación entre la banca de inversión y la de crédito, y ello estuvo en el origen de la crisis de 2008. Pero desconoce la autora que desde finales de los años 80 del siglo pasado el Comité de Basilea, organismo que agrupa a los principales bancos centrales del mundo, ha establecido pautas exigentes en regulación prudencial y exigido la adopción de modelos sofisticados de medición de los riesgos de crédito, de liquidez y operativo de los bancos, pautas que en Colombia han sido recogidas en regulaciones del gobierno nacional y de la Superintendencia Financiera e implementadas por las instituciones financieras. Ello ha exigido por parte de estás un recurso humano altamente calificado, y enormes inversiones en sistemas de información y comunicación.

Si de sus tesis se derivan recomendaciones de política que son fuente de inspiración para este gobierno, no podemos esperar que ellas contribuyan a superar los problemas de crecimiento, de desigualdad y de pobreza. Ojalá los funcionarios públicos y la opinión pública no coman entero.

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De la pandemia a la endemia: las múltiples huellas del covid

De la pandemia a la endemia: las múltiples huellas del covid

Escrito por: Manuela Mejía y Mateo Echeverry

Recientemente, la entrante ministra de Salud y Protección Social, Carolina Corcho, señaló que Colombia puede declarar en algunas semanas que el virus de covid-19 está dentro de su fase endémica. Esta declaración supone la inevitable necesidad de la convivencia cotidiana con el virus. Y con esta declaratoria surge la pregunta sobre la multiplicidad de implicaciones que el covid-19 ha tenido en nuestras vidas, como un evento global y disruptivo. Es la post-pandemia pero no un post-covid. Nada quedó igual, y nada va a ser como antes; cada día que pasa la nueva realidad es la verdadera realidad.

Ya en el segundo semestre del 2020, Econometría publicó una columna en la cual retratábamos los retos y transformaciones metodológicas que enfrentamos con la llegada de la pandemia, y el impacto que esto suponía para las operaciones en investigación y de consultoría en distintos campos. Dos años después, y con unas cuentas evaluaciones realizadas en el contexto de la pandemia, es evidente que el covid-19 ha pasado de ser un factor logístico y metodológico, y se ha convertido en una variable transversal en el amplio espectro de temas que trabajamos. En la actualidad, difícilmente alguna de las evaluaciones que desarrollamos en los campos sociales, económicos, culturales, políticos, entre otros, escapa a este influjo de la pandemia.

Hoy podemos identificar esas huellas permanentes apoyándonos en la evidencia empírica recolectada durante los últimos años. Algunas de estas huellas son visibles desde indicadores macroeconómicos o manifestaciones espaciales; otras más sutiles y en ocasiones ocultas, pero igualmente significativas, en percepciones y comportamientos.

Enumerar todos los impactos y cambios en estos años resulta imposible de condensar en una columna, pero podemos identificar tres puntos para la reflexión: a) la pandemia diferenciada, b) las transformaciones que ella ha ocasionado, c) sus vulnerabilidades e impactos. Frente a la pandemia diferenciada, debemos partir de que, aunque todos la vivimos no vivimos la misma. No existe una narrativa homogénea sobre el covid-19, pues las líneas de tiempo, los impactos y las dinámicas sociales que resultaron se diferencian profundamente entre regiones y territorios del país, siendo marcadas las diferencias entre lo rural y lo urbano. En algunos casos, esto ha supuesto redibujar el mapa de la atención humanitaria, centrada antes en el conflicto armado, a una enfocada en la salud pública.

Un ejemplo notorio son las zonas de frontera, en donde las dinámicas de las pandemias responden a procesos transnacionales, produciendo mayores complejidades en la atención. En el caso de la Amazonia, un evento clave fue el cierre de su conexión aérea con el resto del país, en medio de la llegada de la variante de Manaos a inicios de 2021. En el caso de la frontera colombo-venezolana, fueron los procesos de vacunación abiertos para población no regularizada. En múltiples departamentos del país, fueron las órdenes específicas de grupos armados ilegales que se atribuían el control de la pandemia mediante restricciones de movilidad de la población y los productos.

En un segundo lugar, son evidentes las transformaciones de la pandemia, la crisis fue una catalizadora de profundos cambios espaciales, económicos, sociales y culturales. Nuestras viviendas, ciudades, relaciones y prácticas se rediseñaron partiendo de la virtualidad, impulsadas por la necesaria incorporación de un componente tecnológico transversal a las distintas actividades, que, si no fuera por la pandemia, se hubieran demorado posiblemente una década más.

Los análisis de Econometría muestran cómo, a nivel espacial, las ciudades tuvieron que repensarse desde su cobertura de redes internet por cuenta del teletrabajo y, con ello, el desplazamiento de la demanda de zonas de oficinas a residenciales. Así mismo, el impulso de otros medios de transporte alternativos, como la bicicleta o caminar, supusieron una mayor presión para el desarrollo de obras que respondan a medios de transporte que se perciben como bioseguros, pero también de bienestar frente al aislamiento que supuso la pandemia. Frente a las dinámicas económicas, desde distintos estudios podemos ver el vertiginoso avance de la bancarización, pero especialmente de los medios de pago virtuales (por ejemplo, pagos de subsidios), que se convirtieron en una respuesta efectiva frente a las limitaciones en los desplazamientos y el acceso a efectivo.

Finalmente, frente a las vulnerabilidades e impactos de la pandemia, la lista es larga y preocupante. La crisis social y económica derivada de la crisis amplificó problemas como la pobreza o las brechas en el acceso a servicios como salud o educación para distintas poblaciones, muchas de las cuales no se consideraban anteriormente vulnerables. La virtualidad es una estrategia que resulta incompatible con el débil acceso y formación en temáticas digitales que caracteriza a múltiples sectores y poblaciones en el país.

Como cierre es central señalar que estas son solo son algunas pinceladas de las huellas que la pandemia dejó en Colombia, y posiblemente en otros contextos, pero de ninguna forma es la lista absoluta y definitiva. La huella del covid es profunda y va a seguir entre nosotros. Entramos en la endemia y todavía queda mucho por saber sobre los impactos de la pandemia.

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¿Por qué Colombia crece tanto?, en columna para La República

¿Por qué Colombia crece tanto?

Escrito por: Julián Roa Rozo

La economía colombiana ha tenido unas tasas de crecimiento excepcionalmente altas. Lo anterior indudablemente es positivo para el país. Sin embargo, parece que se entiende muy poco el porqué de estas tasas de crecimiento. La explicación macroeconómica tradicional sugeriría que el alto nivel de endeudamiento y la expansión monetaria realizada en Colombia explicaría este nivel de recuperación. Sin embargo, esta explicación se queda muy corta.

En primer lugar, la relación entre el gasto público extra durante la pandemia y el crecimiento posterior de la economía es difusa. Cuando se hace un análisis detallado para Suramérica se logra encontrar una relación positiva entre este gasto público y el crecimiento posterior. Lo primero que salta a la vista es el desfase de Colombia frente a la tendencia. Colombia tuvo un paquete para el COVID relativamente mediano en comparación con sus pares, pero es la economía que más crecimiento acumulado va a tener desde 2019.

La segunda explicación es la política monetaria. Si bien el Banco de la República contribuyó de manera importante al bajar tasas de interés, es difícil defender la idea de que el Banco de la República está detrás del crecimiento excepcional colombiano. Si se juzgara a partir de una regla de Taylor (indicador que sirve para determinar la tasa de interés que equilibra la economía en el corto plazo, es decir, que no produce ni inflación ni desempleo), el Banco de la República empezó a estar en terreno expansivo a finales de 2021.

Por otra parte, si se compara la tasa de interés de política monetaria ajustada por inflación con la de otros países, se puede ver como Colombia durante 2020 estuvo en el rango superior. Ahora que la inflación está en un nivel de más de dos dígitos (10.2 %), la tasa de política monetaria real colombiana es negativa, pero aún tiende a ser mayor que la tasa de política monetaria real promedio. Así, la explicación podría no estar ahí.

Entonces, ¿en dónde está? Me aventuro a dar dos respuestas. La primera es que, paradójicamente, el paro nacional del 28A generó una serie de acciones que hoy explican esta tasa de crecimiento tan alta. La segunda es que WOM llegó en el momento indicado.

El paro nacional estalló luego de una propuesta de reforma tributaria. Dicho paro le mostró al gobierno anterior que el espacio para subir impuestos era bien limitado. Ello hizo que subir el precio de la gasolina fuera impensable, a pesar de que era un tema que debía discutirse. El año pasado ya se había experimentado un incremento muy importante en los precios del petróleo por cuenta de la OPEP y ello hacía necesario aumentar el precio de la gasolina con el fin de evitar un aumento importante en el déficit fiscal. Casi un año después del paro nacional estalla la bomba del Fondo de Estabilización de Precios del Combustible (FEPC). Este desfase en el aumento del precio de la gasolina impulsa al crecimiento, pues al subsidiar un insumo intermedio como la gasolina se está subsidiando a todas las actividades productivas que dependan del transporte para su funcionamiento.

La segunda explicación es que el operador de celular WOM entró a tiempo al país. En 2019, WOM entra a Colombia tras el resultado de una subasta de espectro electromagnético. Lo anterior obligó a esta compañía a invertir en el sector de telecomunicaciones. Al llegar la pandemia, WOM ya estaba comprometido con estas inversiones y, además, el teletrabajo impulsó aún más al sector de telecomunicaciones. De esta manera, Colombia vivió un proceso de competencia que disminuyó los precios en los servicios de telecomunicaciones de manera importante. En ese momento, el insumo de producción más requerido para el teletrabajo eran las telecomunicaciones. Mientras el resto del mundo veía una estabilidad en estos precios o incluso un aumento en ellos, Colombia vivía su mayor reducción de precios en telecomunicaciones. Lo anterior permitió que la adopción del teletrabajo fuera más económica y catalizó una transformación tecnológica importante en algunos sectores.

¿Qué aprendizajes se pueden destacar?

En primer lugar, el debate del FEPC debe tener en cuenta los efectos en crecimiento económico e inflación. Sería preferible tener un plan de ajuste gradual que no incida en la inflación de manera rápida. La inflación es más persistente entre mayor es, por lo tanto, hacer el ajuste durante 2022 y 2023 podría empeorar las cosas. Sería preferible esperar a 2024. Es importante notar que es un subsidio que aumenta el PIB de manera importante, entonces sería mejor disminuir el déficit por otro rubro cuyo multiplicador sea menor.

En segundo lugar, el caso de WOM nos muestra las bondades de aumentar la competencia en sectores clave. Lo anterior permite un mayor nivel de inversión, una mejor calidad del servicio y un menor precio para el productor y el consumidor. Por lo anterior, sería útil promover medidas que aminoren el precio, como la reducción del IVA a este sector durante la pandemia.

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Feliz cumpleaños Econometría, en columna para La República

Feliz cumpleaños Econometría

Escrito por: Rodolfo Heredia

Econometría cumple 45 años de existencia, tiempo envidiable para cualquier institución. Son 45 años durante los cuales la firma ha sabido superar las dificultades propias y del país, la más reciente derivada de los efectos perversos concomitantes a la pandemia del covid-19.

Hoy en sus 45 años de existencia como firma, Econometría se ha posicionado tanto en el ámbito nacional como internacional como una entidad sólida, sana, seria y confiable.

En sus 45 años de existencia Econometría ha sabido resolver satisfactoriamente muchos obstáculos propios a su desarrollo y fortalecerse técnicamente gracias a su persistencia y reconocimiento de la necesidad de mantener una estricta selección de sus técnicos y colaboradores logrando así conformar equipos de trabajo respetuosos de sus condiciones individuales y sentido de pertenencia.

Pero el histórico comportamiento exitoso de Econometría no se explica solamente por la capacidad técnica de sus colaboradores o por la calidad en sus trabajos de evaluación económica y social, gran parte de su capacidad para resolver problemas y lograr su fortalecimiento en el tiempo se explica por la existencia de una infraestructura de comportamiento institucional que crea, facilita y promueve un estrecho vínculo de responsabilidad institucional en su equipo de trabajo dentro de un espíritu de respeto a las capacidades individuales.

Esta particularidad en el comportamiento de su equipo se debe a la existencia de una cultura organizacional que premia la colaboración y el compromiso institucional de sus miembros, procedimientos que han permitido en el tiempo que su equipo de colaboradores transcienda su capacidad técnica para dedicar afectivamente con compromiso y dedicación a la solución de los múltiples problemas institucionales propios del desarrollo de la firma.

Los cambios de equipo de trabajo que se presentan en Econometría, como consecuencia de las condiciones que atañen a la posibilidad de proyectos, han permitido demostrar las bondades de su cultura organizacional. La experiencia de Econometría es que los nuevos técnicos al verse inmersos en este ambiente organizacional desarrollan un estrecho vínculo con Econometría y entran a participar de formar activa al desarrollo de la firma.

Esta manera de desarrollo institucional, de cultura organizacional que asegura la bondad del trabajo en equipo y el estrecho compromiso de sus miembros al tema de desarrollo institucional se explica desde el origen de Econometría.

El nacimiento de Econometría se hace en el área Socio Económica del Centro Regional de Población, cuando su director, Rodolfo Heredia, convocó al grupo central de colaboradores Manuel Ramírez, Bernardo Kugler y Álvaro Reyes, con la vinculación posterior de Diego Sandoval y Alejandro Vivas, para crear una institución que permitiera la continuidad del equipo humano allí formado y mantuviera los principios de unidad y respeto por las individualidades.

La cultura organizacional se caracteriza por la flexibilidad responsable; liderazgo basado en el conocimiento; espacios para crecer, proponer y desarrollar ideas; lugar amable para trabajar; ambiente permanente de aprendizaje e interacción; relaciones basadas en la mutua confianza y construcción de soluciones.

Luego, se invitó como socia a la primera mujer, Martha Isabel Gutiérrez. Iniciando los años 2000 se vincularon como socios cuatro de sus profesionales de investigación, María Gloria Cano, Oscar Rodríguez, Juan Manuel García y Carolina Murgueitio. La firma ha seguido vinculando a algunos de sus colaboradores que han incluido dentro de su plan de vida hacer parte de Econometría, Arturo García, Gelcy Díaz, Marisol Rodríguez, María Carolina Latorre, Claudia Peñaranda, Jaime Millán y, recientemente, Mauricio Olivera.

La firma cuenta actualmente con 60 colaboradores, profesionales de distintas carreras entre las que se cuentan economía, ingeniería, antropología, sociología, administración, psicología y ciencias políticas entro otros. Es así que es una firma multidisciplinar y con un poco más de 60% de mujeres.

Durante su trayectoria Econometría ha aportado al país y a contextos internacionales, análisis de proyectos y planes económicos y sociales. Ha acompañado a sus clientes, empresas o instituciones, en sus procesos de evaluación e implementación de políticas públicas, proyectos económicos y propuestas, con lo cual se pretende aportar a su crecimiento y al desarrollo de la sociedad en la que actúan. Ha contribuido además a la práctica de técnicas de investigación aplicada, ha construido un conocimiento documentado sobre asuntos nacionales e internacionales que permite resolver con aproximación innovadora y socialmente responsable, los retos y necesidades del mundo actual.

Recientemente se fundó el Centro de Estudios Manuel Ramírez en homenaje a uno de sus fundadores y realiza actividades de apropiación, generación, transformación, adaptación, transferencia y difusión del conocimiento científico, así como del desarrollo tecnológico y la innovación, en las ciencias sociales y humanas. El conocimiento se aplica tanto al mejoramiento e incidencia de las políticas públicas en el bienestar de la sociedad, como a la viabilización de la acción pública, de las empresas privadas, incluyendo sus iniciativas sociales o ambientales.

¡Feliz cumpleaños Econometría!

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