Diego nació y creció en Ecuador, llegó a Colombia con su familia ya que su papá fue contratado como ingeniero químico en una farmacéutica. Hizo su vida en nuestro país al que contribuyó de manera significativa a través de los proyectos de Econometría pues daba lineamientos técnicos y gerenciales. Además, tuvo a su cargo como director, más de cincuenta proyectos como, por ejemplo, la medición de impacto de la ley de apoyo a industrias cinematográficas, proyectos de prevención de la evasión y elusión de impuestos, la evaluación de impacto de inversiones sociales de grande empresas mineras y proyectos relacionados con la industria maderera y competitividad regional.
Su versatilidad lo llevó a ser un experto en estructuración y evaluación económica y financiera de proyectos, evaluación de políticas públicas, desarrollo territorial y en análisis de competitividad sectorial en agricultura, transporte e industria y en especial en análisis beneficio costo. Además de gozar de una gran rigurosidad era creativo y le buscaba la solución a cuanto desafío se aparecía por su camino y el de sus colaboradores.
Se casó con Emilia Rodríguez, una empresaria que compartió no solo su vida sino su misma calidez y amabilidad. Sus hijos Ana María, casada con José Vélez, y Eduardo, fueron su gran orgullo. En cada almuerzo de trabajo nos compartía sus logros, sus aventuras y sueños. Luego llegaron sus tres nietas Amelia, Ema Vélez y Lila Sandoval, que fueron su adoración.
El vibrante optimismo hizo de Diego un facilitador y conciliador. Para él no había imposibles y logró imprimir en su equipo valores como la solidaridad, el trabajo en equipo, la responsabilidad, y ante todo la de brindar soluciones y propuestas de valor a los clientes.
Fue un gran conversador, vanguardista, sabía de todos los temas, en especial de aquellos de actualidad. No había situación política de la que no estuviera enterado o capital de algún país que no se supiera. Un gran lector y cineasta, actividad que apoyó a través de sus sobrinos Nicolás y Clare.
Un apasionado por naturaleza lo llevó a ser un gran viajero, un explorador nato de lugares recónditos y exóticos. Son inolvidables las presentaciones que compartió en Econometría de su vuelta a Vietnam en bicicleta con Eduardo, su travesía por la Cordillera Blanca en el Perú, la Cueva del Indio en Santander, el camino a Ciudad Perdida, su recorrido por los paisajes donde se filmó “El Señor de los Anillos” en Nueva Zelanda y sus inmersiones de buceo en prácticamente los siete mares.
Diego supo vivir y aprovechar cada momento de su vida. Es el ejemplo y referente del equilibrio que debe tener quien tenga la oportunidad de pasar por este mundo porque aprovechó sus grandes cualidades, fue un gran profesional, se gozó cada lugar que conoció y solo hizo bien a las personas que tuvimos el privilegio de estar cerca de él.
Albert Einstein, en sus notas sobre la felicidad, decía que esta consistía en nunca perder la capacidad de asombro, la búsqueda del conocimiento y la generosidad hacia los demás. Llegué inmediatamente a la conclusión de que Diego fue una persona feliz e hizo igualmente feliz a su familia, a sus socios, sus amigos y colaboradores.
Se nos fue un grande, un ser excepcional y aunque lo vamos a extrañar, lo recordaremos siempre con alegría, con optimismo y su legado permanecerá en Econometría. Te queremos Diego, donde estés deberás estar muy satisfecho de lo que nos dejaste.