El PIB per cápita es un fuerte predictor de calidad de vida en dimensiones como esperanza de vida, pobreza y educación. Para quienes dudan de su importancia, vale recordar el axioma de Pambelé: “Es mejor ser rico que pobre”.
La relación entre crecimiento y pobreza es clave. Una estimación simple sugiere que un aumento de un punto en la tasa de crecimiento se asocia con una reducción de 0.39 puntos en la pobreza monetaria y de 0,52 en la extrema, aunque con un margen de error significativo.
De ser precisas estas estimaciones, un crecimiento de 1,7% implicaría un aumento de 0,4 puntos en la pobreza monetaria y estabilidad en la pobreza monetaria extrema para 2024. Sin embargo, el gráfico revela que, en algunos años, la pobreza disminuyó a pesar de un bajo crecimiento, lo que subraya la influencia de otras variables como la inflación y las ayudas gubernamentales.
Esto sugiere que el PIB no es el único motor en la reducción de la pobreza en 2024, por lo que estas conclusiones deben tomarse con cautela. A pesar de esta advertencia, si se puede concluir que para 2024 el crecimiento del PIB no parece ser el motor de la reducción de la pobreza en 2024, si es que hubo tal reducción.
2. La forma en que se está creciendo es saludable, pero podría ser mejor
Entre 2021 y 2022, después de pandemia, la economía colombiana creció 10,4%, impulsada principalmente por la recuperación en el consumo de los hogares (20,7% acumulado) y el gasto público (10,1%), mientras que la inversión cayó -0,6%.
Este patrón de crecimiento no era sostenible, ya que se trataba de un comportamiento puntual después de una crisis y no a políticas de largo plazo para fortalecer la capacidad productiva, y hacia previsible un estancamiento en el mediano. Si a este factor se le sumaba un ciclo de alza de tasas de interés y un incremento en la incertidumbre asociada al riesgo político, el estancamiento visto en 2023 era previsible.
Sin embargo, la situación parece estar mejorando. En 2024, la inversión ha comenzado a recuperarse gracias a menores tasas de interés, con un crecimiento de 3%, aunque aún se ubica por debajo de los niveles prepandemia.
El peso de ella en el PIB (medido en precios corrientes) continúa en las mismas cifras del año anterior: 16,5% siendo la cifra más baja desde el año 2001, cuando todavía estábamos sufriendo los efectos de la crisis de fin de siglo. Mientras tanto, el consumo de los hogares creció 1,6% y el gasto público cayó 0,5%, lo que indica una transición hacia un crecimiento más equilibrado.
El repunte de la inversión se ha concentrado en maquinaria, equipo y propiedad intelectual, donde el sector privado lidera. Sin embargo, la inversión en edificaciones y estructuras sigue rezagada, afectando el crecimiento económico. En este rubro, el sector público es el que lidera y ha reducido su inversión en infraestructura desde la pandemia. Así, quien esta atrasando la recuperación económica es el mismo gobierno.
3. El proceso de ajuste de la demanda terminó y nos sugiere una mayor inflación
La pandemia y la guerra en Ucrania generaron incrementos en la inflación. A esto se sumaron los amplios paquetes fiscales que sostuvieron la demanda durante las cuarentenas, aumentando las presiones inflacionarias. En respuesta, el Banco Central de Colombia elevó las tasas de interés para reducir la demanda interna, afectando el consumo, la inversión y las importaciones. Como resultado, el déficit comercial se redujo pues las importaciones cayeron mientras las exportaciones se mantuvieron estables, contribuyendo al ajuste de la cuenta corriente.
Sin embargo, este proceso parece haber concluido, pues las importaciones llevan cuatro trimestres en aumento y han recuperado niveles cercanos a los de 2022. Se espera que el déficit en cuenta corriente alcance 2,5% en 2025 y converja lentamente a 3,5%.
Esto es preocupante, porque la inflación aún no ha regresado a la meta y el deflactor del PIB ha tenido un comportamiento al alza. Dicho indicador es similar al Índice de Precios del Consumidor, IPC; sin embargo, en vez de hacer seguimiento a los precios de los bienes de consumo, hace seguimiento a todos los precios de la economía.
En la siguiente gráfica se muestra la evolución del deflactor del PIB y de la inflación. Se destaca que la inflación del IPC ha seguido con un rezago de dos a tres trimestres la evolución del deflactor del PIB. De lo anterior, preocupa la evolución reciente del deflactor pues este ha crecido.
Si bien, hay muchos factores que inciden en la inflación, el hecho que la inflación del deflactor suba puede generar alarmas. Esto puede explicar la prudencia del Banco de la República en su última reunión, al mantener inalterada la tasa de interés de política monetaria en 9,5%.
Para cerrar esta columna, los tres apuntes aquí hechos muestran retos relevantes para los formuladores de política.
Por un lado, la tasa de crecimiento en los últimos dos años ha sido baja, por lo que es necesario pensar en la reactivación de la economía colombiana, de manera sostenible y aumentado su capacidad productiva. Aunque la forma en que se creció en 2024 se encamina a este último objetivo, hace falta que el gobierno destine mayores recursos en inversión de infraestructura para poder recuperar dicha senda de crecimiento. Todo lo anterior permitirá una mejor calidad de vida para los colombianos.
El segundo reto que ilustran estos apuntes está asociado con el proceso desinflacionario. El último apunte muestra que el ajuste de demanda ya se terminó y, por lo tanto, los efectos de la política monetaria en la inflación se empezarán a disipar; de manera complementaria, se muestra que el deflactor del PIB está incrementando y suele estar adelantado a incrementos del IPC. Así, es deseable mayor prudencia de parte de la nueva junta del Banco de la República.