Para consolidar las políticas, planes y estrategias formuladas y establecer una ruta de implementación, en 2021 se formuló la Estrategia Climática de Largo Plazo (E2050). Esta es una agenda prospectiva que además de buscar la mitigación y adaptación frente al clima, plantea las transformaciones estructurales necesarias buscando el bienestar de la población y mejorar la competitividad en un mundo futuro, cada vez más preocupado por el ambiente.
Estos cambios incluyen: mejorar el conocimiento y la capacidad de tomar decisiones; adecuada gestión de la biodiversidad; innovación tecnológica productiva, economía circular y bioeconomía; una transición energética diversificada; ciudades inteligentes, etc.
Los objetivos transversales, como el ambiental, necesitan mayor articulación entre entidades, pues la arquitectura institucional del país está diseñada con un enfoque sectorial. El logro de los objetivos de largo plazo requieren la implementación de políticas de sostenibilidad tanto generales como específicas para cada sector.
La articulación institucional es similar a esas carreras en donde dos personas se amarran de un pie para avanzar. Se deben poner de acuerdo en pisar al tiempo y correr a un mismo ritmo. Cada corredor debe tener buena coordinación en su cuerpo y además entender y adaptarse a los movimientos del otro. Si esto es difícil entre dos personas, imaginemos a 16 ministerios tratando de avanzar de manera coordinada cuando cada uno tiene sus propios afanes y metas sectoriales que cumplir. Sin embargo, aunque es una tarea compleja, no es imposible de lograr; las orquestas sinfónicas lo hacen todo el tiempo, pero se requieren las señales de un director que le indiquen a todos el ritmo y a cada uno la intensidad y el momento en el que debe entrar. A esto es a lo que se le llama comúnmente la voluntad política.
La voluntad política frente a los temas transversales implica un nivel de prioridad alta del tema por parte del gobernante de turno. Los temas transversales, como los ambientales, la inclusión productiva, inclusión social, el enfoque diferencial y lucha contra la corrupción, son políticamente correctos y populares, por lo que suelen estar enfatizados en los planes de gobierno de los candidatos, pero no en la gestión. La verdadera voluntad política solo se podrá evidenciar si el próximo presidente toma la batuta del tema para dirigir con ímpetu esa orquesta.