La región está en llamas. Los acontecimientos recientes en Argentina, Bolivia, Chile y Ecuador son reflejo de una situación económica insostenible y un descontento generalizado. Aunque las manifestaciones actuales hacen parte de una tendencia global, en América Latina tienen unas connotaciones particulares. Para la región, los 80 fueron la década pérdida, con una crisis económica generalizada, moratoria de la deuda externa y fuertes caídas del PIB en la mayoría de países de la región. Para resolver esta situación se diseñaron las reformas pro-mercado de 1990, también llamadas reformas del Consenso de Washington. Sin embargo, estas reformas no cumplieron las expectativas de la población, y desde principios del presente siglo los gobiernos pro-mercado fueron remplazados por gobiernos de izquierda, cambio político que coincidió con el boom de los commodities.
El boom permitió una expansión de los programas del gobierno que ayudaron a atacar la pobreza y hacer crecer la clase media. Sin embargo, esta expansión no era sostenible en el largo plazo. En efecto, con la caída de los precios del petróleo en 2014, el crecimiento económico se frenó. La región pasó de crecimientos por encima de 6% en 2010, a crecimientos negativos en 2015 y 2016. Y los retos estructurales, especialmente la desigualdad del ingreso y la baja productividad, subsisten.
En varios países, el péndulo se movió hacia el lado opuesto. El fin del boom de los commodities y la caída del PIB generaron un giro político hacia gobiernos pro-mercado. Sin embargo, estos últimos no han logrado el ajuste.
En Ecuador la decisión de eliminar los subsidios a la gasolina para cumplir el acuerdo con el FMI generó protestas similares a las de finales de los 90 e inicios del presente siglo, que derrocaron a Abdalá Bucaram, Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez. En Argentina, el ajuste gradualista del presidente Macri, diseñado de esta manera para mitigar el impacto social de la estabilización macroeconómica, no fue efectivo. Desde 2017 el gobierno se ha visto obligado a implementar medidas para contener una crisis cambiaria, y el regreso reciente del peronismo al poder aumentar la probabilidad de ocurrencia de esta crisis. Por su parte, el modelo económico chileno logró llevar al país al nivel de países de ingreso alto, con un PIB per cápita tres veces más grande que el colombiano, pero con una desigualdad muy similar. Las recientes protestas contra ese modelo han sido multitudinarias. Finalmente, la expectativa de crecimiento en Brasil está por debajo del 1%, con una muy baja popularidad del presidente Jair Bolsonaro. En el otro extremo, aunque las proyecciones de crecimiento de Bolivia estaban entre las más altas (3,6% para 2019), las protestas por un posible fraude electoral que busca la permanencia de Evo Morales en el poder pueden afectarlas. México también se encuentra en aprietos. Su pronóstico de crecimiento es de 0,25% y está sufriendo una crisis institucional generada por el narcotráfico.